- Mensajes
- 202
- Puntos de reacción
- 89
- Puntos
- 229
No había nada que Megumi odiara más que el invierno.
Odiaba tener que esperar el autobús escolar mientras temblaba, odiaba que sus dedos dolieran por el frío, que los estornudos no pararan y que las temperaturas cambiarán tanto.
Porque todo eso ocasionaba que su querida hermana se enfermara y terminará en cama. Cuando tenían suerte. Cuando no, ella debía estar en el hospital.
Esta vez no tuvieron suerte.
—¿Estás bien? —Preguntó Suguru, mirando por el espejo del auto para observar a Megumi, quién rodó los ojos.
—Claro que estoy bien —se quejo en un susurró.
Satoru, quién iba a su lado en los asientos traseros, sonriendo y atrapo a Megumi en sus brazos.
—Ay, ¡Megumi-chan! No hay necesidad de estar triste, Tsumiki regresará a casa en unos días.
Megumi resoplo, tratando de alejarse de los brazos de Satoru.
—Déjame.
—No, yo voy a abrazar a mi bebé hasta que se sienta mejor.
—¡No soy tu bebé!
Satoru río con suavidad ante su respuesta, sin siquiera aflojar su agarré sobre Megumi, levantando la mano para acariciar su cabello, aunque parecía más a que le estaba aplastando la cabeza.
—¡Señor Geto!
Suguru río un poco, mirando a su novio por el espejo, pero sin decir nada, dejando que consolara a Megumi, a su rara manera, pero sabía que Megumi, quisiera o no, necesitaba algo de abrazos, algo que le hiciera saber que todo estaría bien.
—Ya deberías soltarlo —Suguru le dijo con una sonrisa luego de un rato, haciendo que Megumi se apartará de Satoru apenas pudo, acurrucándose en su asiento.
—Megumi-chan —susurró Satoru, palmeando su espalda un poco demasiado fuerte— Tsumiki regresará a casa en tres días, no te preocupes. Estará bien. ¿Quieres helado?
—No quiero helado, idiota. Tengo frío.
—No le hables así a Satoru, Megumi —dijo Suguru con el ceño fruncido, girando la cabeza para verlo.
—Lo siento...
Odiaba tener que esperar el autobús escolar mientras temblaba, odiaba que sus dedos dolieran por el frío, que los estornudos no pararan y que las temperaturas cambiarán tanto.
Porque todo eso ocasionaba que su querida hermana se enfermara y terminará en cama. Cuando tenían suerte. Cuando no, ella debía estar en el hospital.
Esta vez no tuvieron suerte.
—¿Estás bien? —Preguntó Suguru, mirando por el espejo del auto para observar a Megumi, quién rodó los ojos.
—Claro que estoy bien —se quejo en un susurró.
Satoru, quién iba a su lado en los asientos traseros, sonriendo y atrapo a Megumi en sus brazos.
—Ay, ¡Megumi-chan! No hay necesidad de estar triste, Tsumiki regresará a casa en unos días.
Megumi resoplo, tratando de alejarse de los brazos de Satoru.
—Déjame.
—No, yo voy a abrazar a mi bebé hasta que se sienta mejor.
—¡No soy tu bebé!
Satoru río con suavidad ante su respuesta, sin siquiera aflojar su agarré sobre Megumi, levantando la mano para acariciar su cabello, aunque parecía más a que le estaba aplastando la cabeza.
—¡Señor Geto!
Suguru río un poco, mirando a su novio por el espejo, pero sin decir nada, dejando que consolara a Megumi, a su rara manera, pero sabía que Megumi, quisiera o no, necesitaba algo de abrazos, algo que le hiciera saber que todo estaría bien.
—Ya deberías soltarlo —Suguru le dijo con una sonrisa luego de un rato, haciendo que Megumi se apartará de Satoru apenas pudo, acurrucándose en su asiento.
—Megumi-chan —susurró Satoru, palmeando su espalda un poco demasiado fuerte— Tsumiki regresará a casa en tres días, no te preocupes. Estará bien. ¿Quieres helado?
—No quiero helado, idiota. Tengo frío.
—No le hables así a Satoru, Megumi —dijo Suguru con el ceño fruncido, girando la cabeza para verlo.
—Lo siento...
(…)
Al día siguiente, Satoru lo despertó con una estridente canción de navidad puesta en su celular, cantándola incluso más alto que la propia bocina del aparato.
Megumi enterró su cabeza en la almohada, mirando como Geto-san entraba con la bandeja de su desayuno en mano, sonriendo al pasar al lado de Satoru, quien seguía cantando con un cepillo de cabello como micrófono.
—Él sabe que la navidad ya terminó desde hace un mes, ¿Verdad?
—Lo sabe.
—¿No le puede decir qué se callé? —Megumi le susurró a Geto.
—No —Suguru le contestó con una sonrisa llena de diversión— me gusta como canta.
Megumi rodó los ojos, comenzando a comer su desayuno con una mueca, Satoru aún cantando como si no hubiera mañana, ahora mientras fingía que tenía una guitarra en las manos.
Aunque estaba tan inmerso en escuchar a Satoru cantar, que ni siquiera tuvo tiempo de extrañar a su hermana.
Hasta que tuvo que ir a la escuela.
No tenía muchos amigos, o más bien, no tenía ningún amigo, Tsumiki era la buena socializando y él era... Bueno, Megumi. Usualmente la gente no quería estar al lado de él, había gente más interesante.
Satoru le decía que no debía preocuparse, que algún día tendría un amigo. Él realmente no creía mucho eso.
Pero no le importaba, estaba bien así.
"¿Por qué hay tanta gente aquí?" Pensó Megumi cuando entro al laboratorio de ciencia.
Se sentó hasta atrás, consiguiendo un asiento vacío cuando uno de los niños se alejo cuando la maestra lo llamo.
—Bien, niños. Esta semana trabajaremos con el grupo D. Háganlos sentir bienvenidos.
Megumi abrió su libro sin hacer mucho caso a las palabras de la maestra, no sabía que había pasado, y aunque estaba interesado en saberlo, no pensaba preguntar.
—¿Fue tu culpa entonces? —Megumi escuchó susurrar a uno de los niños, haciendo que se inclinará un poco en la mesa con el libro en sus manos, tratando de escuchar más.
—¡Fue un accidente! Pero sí.
—¿Y qué hiciste?
—Es que, ¡Todas esas ranitas iban a morir! ¡Y yo no quería matarlas! Así que, con los líquidos esos de las botellas que había, los junte todos luego de sacarlas por la ventana, ¡Pero el salón se llenó de espuma! Y los profesores dicen que puede ser peligroso estar ahí.
Megumi levanto las cejas, antes de levantar la mirada un poco, un niño de un brillante cabello rosa era el que hablaba, moviendo sus brazos para gesticular todo lo que decía.
—Mi tío no estaba contentó. Tuvo que pagar mucho.
Megumi regreso su vista al libro cuando la maestra le pidió al niño que guardara silencio. Se llama Yuuji.
—Oye... —susurró Yuuji hacia Megumi, inclinándose demasiado hacia atrás, tanto que incluso logró escuchar como sus huesos crujieron ante el esfuerzo.
—La maestra dijo que guardas silencio —dijo Megumi, pero bajando el libro.
—Es que no entiendo lo que estamos leyendo.
—¿Por qué? Es fácil.
—No tengo mi libro —le informo Yuuji, sonriendo mientras movía hacia adelante y hacia atrás la silla.
—No te voy a prestar el mío.
—¡Hay que compartir! Mi tío dice que siempre hay que compartir.
—No.
—Sí, tienes razón. Mi tío nunca dice eso. En realidad dice que no debería prestarle las cosas a nadie.
Megumi, sin poder evitarlo, soltó una pequeña risita cuando Yuuji, por seguir moviendo la silla, terminó resbalando hasta caer al piso.
—¡Te reírse! —dijo Itadori, levantándose y acomodando la silla al lado de la mesa de Megumi— eso significa que te agrado. Entonces hay que seguir juntos en esta clase.
—Nunca dije que me agradaras.
—¡Pero ya somos amigos! ¿Por qué no te agrado?
Megumi se quedó en silencio, ¿Amigos? ¿Tenía un amigo?
(...)
Satoru miro fijamente a Megumi, casi sin parpadear mientras con su mano seguía cortando la carne que estaba por cocinar.
—¿Qué? —preguntó Megumi al fin, soltando las tijeras que sostenía y volteando a verlo.
—Sucede algo, ¿Qué te paso en la escuela?
—No sucede nada.
—Claro que sí. Yo lo sé. Vamos, cuéntame.
—No paso nada. Solo hay unos niños más en mi clase.
—¡¿Te molestaron?!
—¿Qué? No.
—¿Entonces?
—Creo que... Tengo un amigo.
Satoru soltó el cuchillo que estaba usando antes de llevar sus manos a sus boca, corriendo a abrazar y levantar en brazos a Megumi.
—¡Megumi! ¡Eso es genial! ¡Estoy tan feliz por ti!
Megumi sonrió un poquito mientas Satoru lo abrazaba contra su pecho.
—¡Prepararé un pastel! ¡Esto lo vamos a celebrar!
—¿Qué celebramos? —preguntó Suguru, quitando su corbata una vez entro a la cocina.
—Tengo un amigo —susurró Megumi, contagiado por la alegría de Satoru.
Suguru soltó un jadeo de sorpresa, antes de abrazar a Megumi, quién seguía en brazos de Satoru.
Sabía que no debían hacer un alboroto solo porque Megumi acababa de tener su primer amigo. Pero no podían evitarlo. Megumi era quién más había tardado en acostumbrarse a ese lugar desde que se mudaron.
Y ni siquiera en su antigua casa tenía amigos, estaban felices por él.
(...)
'Actividades para San Valentín' leyó Megumi en el pizarrón, escrito con un gis color rojo.
Pero apenas leyó, una pequeña mueca apreció, todas las actividades siempre terminaban con él haciendo una carta para Geto-san, una galleta mal decorada para Satoru, quién la terminaba comiendo casi al borde de las lágrimas por la emoción y los brazaletes siempre iban para Tsumiki.
—¡Megumi! —Itadori llegó corriendo, empujando a la gente que estaba a en el corredor, hasta que llegó con Fushiguro— ¡Megumi! ¡Esto es una tragedia!
—¿Qué sucedió?
—¡Perdí mis tijeras favoritas!
Megumi ladeó la cabeza, sentándose en su silla mientras pensaba en las palabras correctas.
—¿Por qué... Eso es una tragedia?
—¡Porque ahora no podré hacer la flor que quería para ti!
Megumi casi dejó caer su cuaderno al piso cuando lo escucho.
—¿Una flor para mí?
—¡Por el día del amor y la amistad! ¡Quería regalarte algo! ¡Y ahora no puedo! ¡Es una tragedia! —declaró Itadori, dejándose caer al piso.
—Yo podría prestarte mis tijeras —susurró Megumi.
Itadori se levantó del piso con un salto, agarrando los hombros de Megumi.
—¡¿Lo harías?! —le preguntó mientras lo zarandeaba.
—Sí... Claro.
Itadori prácticamente saltó hasta el otro lado del salón, apuntando hacia afuera.
—¡Iré por mis cosas! —avisó antes de salir del salón.
Megumi sonrió un poquito, mirando el pizarrón una vez más.
-Cartas. Brazaletes. Galletas. Chocolates.
Megumi repasó las opciones un momento antes de tomar su mochila y sacar las hojas de colores que Tsumiki había puesto ahí por la mañana.
Él también tenía que hacer algo. Y por primera vez, no era para su familia.
También fue la primera vez que realmente disfruto las actividades de San Valentín.
(...)
—Satoru.
Satoru levantó la vista de los papeles que terminaba de firmar y le sonrió a Megumi.
—¿Necesitas algo?
—¿Aún tienes los marcos vacíos que compraste?
Satoru lo pensó un momento, antes de asentir.
—Sí, aún quedan algunos en el ático, ¿Por qué?
—Quiero guardar algo.
La sonrisa de Satoru se hizo más grande, levantándose del escritorio para salir de su oficina.
—¿Qué necesitas guardar?
Megumi bajo la cabeza, pensando si debía decirle, antes de sacar con cuidado la flor de papel que tenía cuidadosamente guardada en su libreta.
Satoru sonrió, tratando de no parecer tan emocionado como realmente estaba.
—¿Te la regalo tu amigo?
Megumi asintió, mirando la flor, cada uno de sus pétalos tenía un color diferente, porque Itadori dijo que así la flor iba a ser única. Algunos lugares estaban mal cortados, pero a Megumi le gustaba así.
—Sí. Él me la dio.
—¿Y tú le diste algo?
—Sí.
—Vaya —dijo Satoru, sacando uno de los marcos y regresando al lado de Megumi, poniendo una mano en su cadera— ¿Y qué le regalaste?
—Una nota —contestó Megumi, tomando el marco y corriendo a su habitación.
Suguru se acercó cuando la puerta de Megumi se cerró, Tsumiki, a su lado, miraba también con curiosidad la puerta de su hermano.
—¿Pasó algo? —preguntó Suguru.
—No, nada —dijo Satoru con suavidad— solo que ya no recibiré galletas.
Suguru ladeó la cabeza ante las palabras del albino, el rastro de melancolía en su voz lo intrigó.
—¿Estás bien?
—Mejor que nunca —Satoru contesto, estirándose y sonriendo nuevamente.
(...)
Sukuna miró con una ceja alzada a su sobrino, que corría por toda la sala. Pero no quería preguntar.
—¡Tío! ¡¿Quieres saber por qué estoy tan feliz?!
—No.
—¡Me dieron una carta! —Yuuji le informo, levantando la pequeña hoja en su mano.
—Eso no es una carta.
—¡Sí es!
—No.
—¡Que sí!
—No.
—¡Sí lo es! ¡Porque me la dio mi amigo! —le dijo Itadori, volviendo a correr por la sala.
La carta no decía mucho, solo eran cinco palabras. Pero venían de Megumi y eso las hacía muy especiales.
'Gracias por ser mi amigo'